PENSAR EN POSITIVO

Domingo  /  19 de Abril, 2020

Es evidente que la situación originada por el COVID-19 nos está generando un cambio en nuestro ritmo de vida. Nos encontramos ante una situación desconocida y confusa que, sumado al estado de confinamiento, lo cual nos posibilita tener mucho tiempo para pensar, nos puede provocar ciertas alteraciones mentales.

Estos días recordaba el libro El hombre en busca de sentido, donde Viktor Frankl nos narra un estremecedor relato sobre su experiencia en los campos de concentración. Un libro que es mucho más que el testimonio de un psiquiatra sobre los hechos y acontecimientos vividos en un campo de concentración, es una lección existencial donde refleja el poder de la mente.

Evidentemente los campos de concentración de los años 40 no son comparables con la situación del COVID-19 que ahora nos toca vivir, pero sí que tienen algunas claves en común, en ambos escenarios es conveniente, necesario diría yo, pensar en positivo para superar las dificultades. 

Estos días son proclives para sacar a la luz diferentes emociones desagradables (que no negativas, puesto que todas forman parte de nuestro sistema emocional) como, por ejemplo:

• El MIEDO hace referencia a inseguridad, amenaza.

• La TRISTEZA nos indica pérdida.

• El ENFADO se activa cuando sentimos que ha existido una transgresión.

• El ASCO se refiere a un rechazo o intolerancia a algo.

• La SORPRESA se produce cuando nos encontramos frente a algo nuevo.

Es normal y no debemos ignorarlas, sino gestionarlas correctamente.

La Inteligencia Emocional (IE), o Gestión Emocional, nos propone que no son los hechos ni las situaciones en sí mismas las que producen emociones, sino nuestra forma de enfocar dichas situaciones. Es decir, lo que percibimos, pensamos y proyectamos en las cosas que nos suceden. En definitiva, es la adecuada utilización de nuestras emociones para dirigir nuestras conductas a objetivos deseados.

En la IE son cinco las competencias que debemos abordar. 

AUTOCONCIENCIA (AUTOCONOCIMIENTO): Implica conocer las propias emociones, saber por qué ocurren. Si poseemos un alto grado de conciencia de nosotros-as mismos, podemos observarnos mientras actuamos e influir sobre nuestras acciones para que resulten beneficiosas.

AUTOREGULACIÓN (AUTOCONTROL): Antes de suprimirlas o dejar que ellas nos descontrolen a nosotros-as, debemos ser capaces de comprenderlas y hacer que éstas trabajen a nuestro favor, enfrentándonos productivamente a las situaciones.

AUTOMOTIVACIÓN: Consiste en subordinar la corriente emocional a un objeto, bien demorando gratificaciones, bien sofocando la impulsividad o bien aprovechando los estados positivos. La confianza, el optimismo, la tenacidad, el entusiasmo y la flexibilidad nos permiten transformar los contratiempos en ventajas.

EMPATÍA (CONCIENCIA SOCIAL): Se trata de sintonizar con la otra persona también emocionalmente, no sólo conceptualmente. Ello facilita enormemente la comunicación y las buenas relaciones sociales. Las personas que sintonizan con la otra (empatía) son más hábiles en detectar y percibir señales sutiles que indican lo que quieren y necesitan los demás. 

HABILIDADES SOCIALES (INTERACCIÓN): El arte de relacionarse con los demás se basa, en buena medida, en la habilidad para relacionarnos con las emociones ajenas. En la base de esta habilidad socio-emocional está la eficacia interpersonal.

Una correcta gestión emocional significa identificar, aceptar y manejar cada emoción. Para ello, lo primero que debemos tener en cuenta es aceptarse cómo se es, asumir la situación que nos toca vivir y ser positivo-a. A partir de aquí, podemos analizar los diferentes entornos que nos rodean: trabajo, social, familiar… destacando nuestras fortalezas e intentar corregir/modificar/mejorar nuestras debilidades en la consecución del objetivo final: ser feliz.