RESPETO

Domingo  /  04 de Octubre, 2020

“Las diferencias no están destinadas para dividir, sino para enriquecer”.

                                                        Joseph Houldsworth Oldham

La palabra RESPETO proviene del latín respectus y significa “atención” o “consideración”. De acuerdo al diccionario de la Real Academia Española (RAE) el respeto está relacionado con la veneración o el acatamiento que se hace a alguien.

El respeto es una competencia intrapersonal que ayuda a la hora de relacionarse con otras personas, es decir, en el manejo de las habilidades interpersonales. La base del respeto es tener consideración por las necesidades y sentimientos de otra persona. Una falta de respeto se produce cuando esta consideración no se genera. Es clave para convivir en sociedad, si no lo tenemos, podemos generar situaciones de violencia en diferentes aspectos, desde la comunicación, verbal o no verbal, hasta el contacto físico. 

Pero cuando hablamos de respeto, no solamente nos referimos al comportamiento entre personas, sino también a nuestra conducta en temas de diferente índole, como son el medio ambiente, religiones, culturas… Desde niños-as nuestros padres y madres intentan educarnos en valores, cultivando el respeto hacia los-as demás, a las diferencias, la tolerancia, la diversidad… Bien es cierto que nuestros progenitores no son los únicos que nos instruyen en ello, también forman parte de dicha ejercitación los colegios, universidades, los amigos-as, la cultura, los medios de comunicación… la sociedad en general (lo que algunos-as llaman socialización). Todo su conjunto forma parte de nuestra educación y formación como personas.

Una de las formas más utilizadas en la puesta en práctica del respeto es la comunicación. Pero ojo, la comunicación no es exclusividad de las palabras, sino también del lenguaje no verbal. Comunicamos en todo momento, incluso cuando estamos en silencio, lo que permite trasladar información a la otra persona. Es importante lo qué se dice (lenguaje verbal, supone un 7% de la comunicación) y cómo se dice (lenguaje para verbal, compuesto por el tono de voz, que es un 38%) más el lenguaje corporal (no verbal, que supone un 55% de la comunicación). Esto significa que debemos cuidar las palabras a utilizar y, sobre todo, la forma de comunicarnos con los gestos que empleamos, así como el tono de voz que los acompaña. El lenguaje no verbal es el envoltorio de nuestro estado emocional, su puesta en escena nos delata cómo nos encontramos. Por tanto, si queremos mejorar la efectividad de la comunicación en favor de aumentar el respeto hacia la otra persona, debemos cuidar los diferentes elementos que la componen, a la vez de mostrar coherencia entre el lenguaje verbal y no verbal.

En 1967 el Doctor Albert Mehrabian, un prestigioso psicólogo pionero en la investigación sobre el comportamiento no verbal, fue el primer investigador que incluyó en un mismo estudio los tres diferentes tipos de canales de comunicación de los que disponemos: la palabra, la voz (el tono y ritmo que usamos al hablar) y el lenguaje corporal (gestos, posturas, expresiones faciales…) Su intención era la de revelar qué canal de comunicación era el más dominante. De dicho estudio salió la regla de los porcentajes señalados (7% verbal – 38% para verbal y 55% no verbal).

Sin embargo, resulta desolador cuando no existe esta coherencia, cuando no sabemos escuchar, cuando perdemos el respeto por las personas mayores, por los profesionales de la educación, cuando no aceptamos una crítica constructiva, cuando no hacemos un ejercicio de empatía, colocarnos en el interior de la otra persona y realizar un esfuerzo por llegar a entenderla realmente. Cada día, desgraciadamente, podemos visualizar debates donde lo que prevalece es la bronca, no los argumentos, redes sociales donde bajo seudónimos en muchas ocasiones nos sentimos “libres” de descalificar e incluso insultar a otras personas. Exigimos también respeto hacia lo nuestro, pero no respetamos lo colectivo, criticamos actuaciones, pero no practicamos con el ejemplo. La picaresca, el engaño, el insulto, las descalificaciones, el ruido… son herramientas que utilizamos con excesiva frecuencia. 

El respeto hacia los-as demás es un principio, un valor, una actitud que contribuye a unas correctas relaciones e interacciones sociales. ¿Lo practicamos?