¿PUEDO MEJORAR?

Domingo  /  07 de Noviembre, 2021

Decía el físico y matemático británico William Thomson, también conocido como “Lord Kelvin” que “lo que no se mide, no se puede mejorar”.

Partiendo de esa idea, podríamos afirmar que toda actividad que vayamos a realizar tenemos que medirla si queremos mejorar. Debemos saber cuál es el punto de partida y establecer un sistema de medición con el que evaluar su desarrollo para saber si nuestro rendimiento está mejorando o está estancado.

En el deporte se manejan diferentes factores para que un-a deportista mejore y evolucione en la disciplina que practique. Variables como el compromiso, dedicación, implicación, constancia, concentración, motivación o el descanso. Todas ellas, y alguna más, se enclavan en tres pilares fundamentales: tener una meta/objetivo, disciplina y trabajo.

Teniendo en cuenta estos pilares, para medir nuestra mejora el primer punto a tener en cuenta será establecer un objetivo SMART (específico, medible, alcanzable, realista y con un tiempo límite de ejecución). Si no cumple con los cinco criterios no vamos a poder realizar un seguimiento para ver si lo alcanzamos o si lo debemos modificar.

Este punto es importante. Si establecemos un objetivo que está fuera de nuestro alcance, no nos esforzaremos lo suficiente para lograrlo. De la misma manera, si nos fijamos un objetivo demasiado fácil de obtener, no mejoraremos nuestro rendimiento. Por lo tanto, tenemos que fijar los objetivos correctamente para que nos permitan orientarnos en el avance que logramos. En otras palabras, los objetivos son la brújula que nos ayuda a priorizar y de ahí que juegan un papel determinante en la motivación para permanecer activos-as. 

Si somos líderes o entrenadores-as de un equipo, tenemos la responsabilidad de establecer objetivos intermedios y finales que estén bien coordinados. Objetivos de mejora que resulten atractivos, realistas y desafiantes para los-as deportistas. Si proponemos un objetivo muy ambicioso, aunque en principio nos parezca que ha servido para aumentar la motivación de los-as integrantes del equipo, cuando se den cuenta que no lo pueden alcanzar, provocará un déficit de autoconfianza y motivación.

En segundo lugar, para cumplir con nuestro deseo de alcanzar el objetivo, es imprescindible tener una buena organización de los recursos, saber el tiempo disponible para trabajarlo y estructurar un buen plan de acción (cuando más detallado mejor: horarios, tareas…) Dicho plan debe estar alineado con nuestras actividades del día a día e incorporarlo para que todo fluya. Si no lo acoplamos y no estamos centrados-as, los objetivos se complican. 

Un aspecto básico en este proceso es estar preparado-a para el cambio, porque a los humanos-as nos cuesta salir de la zona de confort y dirigirnos a una situación desconocida. 

A nuestro cerebro no le gustan los cambios, prefiere mantener las rutinas. Cuando un cambio surge, el cerebro comienza de manera automática a comparar con lo conocido y al ver que gasta energía, opta por seguir con el “piloto automático” para no tener ningún coste energético. Por ello, esta situación, en ocasiones, puede acarrear una respuesta de rechazo. Afortunadamente, si nuestra voluntad es firme, podemos adaptarnos a los cambios si realmente queremos hacerlo.

Para completar el proceso de mejora, queda evaluar la eficacia y el grado de cumplimiento. Tenemos que establecer una metodología apropiada que nos permita diagnosticar el avance y corregir o ajustar, si procede, algún parámetro durante el proceso, para eso son los objetivos intermedios, que nos permita llegar al objetivo final con la mejora conseguida.