TRISTEZA

Domingo  /  03 de Abril, 2022

Hace varios meses se puso en contacto conmigo la madre de un deportista porque entendía que no veía bien a su hijo en la práctica deportiva que desarrolla, creía que podía rendir mucho más. 

Como siempre que ocurren estas situaciones donde los padres/madres llaman intentando ofrecer lo mejor a sus hijos-as para mejorar la situación por la que atraviesan, le comenté que fuera el propio deportista quien se pusiera directamente en contacto conmigo, él debía ser la primera persona que verdaderamente quisiera abordar un proceso de coaching. 

Tras varios meses sin tener noticias, un buen día me llamó el joven deportista y me explicó que no estaba bien. Había dejado el hogar familiar con destino a una provincia diferente para desarrollar su actividad, ingresando en una residencia. Quedé con él un día que se acercó a Pamplona.

En la cita, explicaba que le faltaba concentración, chispa, fallaba más… que no era el mismo, tenía muchas ganas de hacerlo bien pero no sabía qué le pasaba. Tras varias preguntas abiertas y poderosas, a las cuales respondía con cierta energía, hubo un momento que se derrumbó. Habíamos tocado la parte emocional.

No se le había olvidado practicar su modalidad deportiva, la cuestión es que estaba triste y eso le estaba afectando a su rendimiento.

Hay ocasiones en las que un-a deportista si quiere progresar y competir debe hacer la maleta, como por ejemplo los-as deportistas olímpicos-as. Pero hay otras situaciones en las que, quizás, se podría evitar enviar a chicos-as muy jóvenes lejos de casa, sin contacto con su hábitat natural: familia, amigos-as, colegio… Posiblemente bastaría con preguntarles qué quieren hacer. Como señalaba al inicio del texto, ellos-as deben ser los primeros-as en elegir su destino.

No seré yo quien diga lo que está bien o mal, y mucho menos lo que hay que hacer, simplemente pongo el foco en esa tristeza con la que algunos-as atletas del deporte afrontan su nueva etapa. 

La tristeza está asociada al fracaso, la pérdida o la separación física y psicológica. Nos sentimos tristes cuando abandonamos o nos sentimos abandonados-as. Como emoción marca una pauta entre dos tiempos: lo que fue y ya no es, y lo que es que no será.

La tristeza nos sume en un periodo de retiro y duelo necesario para asimilar nuestra pérdida. Un período en el que podemos:

  • Ponderar su significado.
  • Llevar a cabo los ajustes pertinentes.
  • Establecer nuevos planes que permitan que nuestra vida siga adelante.

En esos momentos “difíciles” o cambios de etapa, destacan las cualidades y/o capacidades personales que hemos asimilado durante nuestra vida para poder afrontalos. Evidentemente, cuando hablamos de personas muy jóvenes y sin experiencias, la cosa cambia. 

Lo que se puede hacer con la tristeza es enfrentar el dolor. PERMITIRLO, ACEPTARLO, EXPERIENCIARLO Y EXPRESARLO, para sobrevivirlo y llevarlo a su fin. La evitación y la lucha contra el dolor simplemente prolongan el sufrimiento.

Existen técnicas, ayudemos a los-las más vulnerables por su juventud. Primero deben disfrutar con lo que hacen, para ello hay que sentirse bien con uno mismo-a, después ya llegará el momento de los resultados. No cambiemos el orden de las prioridades.