VIVAMOS EL PRESENTE (NI PASADO NI FUTURO)

Domingo  /  19 de Febrero, 2023

Buena parte del tiempo lo empleamos en recordar el pasado o pensar en el futuro: vacaciones, viajes, familia… lo que nos resta a la hora de saborear y disfrutar del presente. Por si fuera poco, en más de una ocasión censuramos determinadas vivencias que hemos realizado y condicionamos nuestras futuras intervenciones, porque nos genera un cierto grado de insatisfacción, angustia e inseguridad. 

Recurrir al recuerdo y pensar en el futuro es normal, en cierta manera incluso es aconsejable. El problema lo tenemos cuando desviamos excesivamente nuestra atención a situaciones que ya han pasado o que están por pasar. Cuando esos pensamientos nos invaden nuestro diálogo interior, tenemos un obstáculo que superar.

El pasado nos reporta experiencia, nos ayuda a no errar, mejorar y crecer, pero no debemos permitirnos que sea, precisamente, un freno a nuestro crecimiento y desarrollo como personas. El futuro está por venir, son suposiciones, posibilidades, ya llegará y lo disfrutaremos. Vivir el presente implica aprovechar cada momento, abrirse a nuevas experiencias, satisfacer nuestras necesidades, pensando que cada momento es único e irrepetible. 

Y… ¿Por qué cada día repetimos los mismos patrones? ¿Por qué no vivimos el presente?

El cerebro es la parte de nuestro cuerpo que más energía necesita (una cuarta parte de las calorías que consumimos cada día). Por lo que, dicho de una manera sencilla, tiende a organizarse para consumir lo menos posible. 

La función principal de nuestro cerebro no es pensar, reflexionar o tomar decisiones, es sobrevivir, garantizar nuestra supervivencia. No quiere que seamos el más listo-a ni el (la) más feliz del mundo, su objetivo es que sobrevivamos. Por eso es tan tacaño y está obsesionado en ahorrar energía, porque necesita tener garantías de que va a tener toda la necesaria para no poner en peligro nuestra vida. 

Ello implica automatizar ciertos comportamientos que hacemos cada día. Nos levantamos, duchamos, desayunamos, vamos al trabajo… todo ello lo realizamos sin razonar, de manera automática. Lo que implica, como señalo, el ahorro de energía cerebral y, en consecuencia, repetir cada día los mismos esquemas, no saborear lo que nos depara cada jornada.

Automatizar ciertos comportamientos no es malo, el problema viene cuando hay un exceso de ese automatismo en ciertos momentos o situaciones. Por ejemplo, si nos fijamos, veremos que muchas de las conversaciones las realizamos sin pensar. 

Tenemos que conseguir una vida más consciente, menos automática, capaces de conectar con nuestras emociones, sensaciones, gustos, percepciones, pensamientos, ideas, reflexiones… en definitiva, ser más conscientes de lo que hacemos, conectarnos con el presente, con nuestro cuerpo, tomar y guiar las riendas cada día, tener consciencia plena de lo que hacemos, errando y, sobre todo, disfrutando de cada momento.

  • Vivamos aquí y ahora, conectemos nuestro pensamiento con lo que estemos realizando en cada momento, no con lo que hicimos o haremos.
  • Disfrutemos de cada instante, con todos los sentidos, no pongamos el automático al levantarnos, ducharnos, desayunar, trabajar…
  • Aprendamos de las situaciones que nos tocan vivir, en el trabajo, con los amigos-as, familia…
  • Controlemos y gestionemos nuestras emociones. No siempre vamos a estar felices y contentos-as, pero sí que podemos detectarlas, gestionarlas y orientarlas.

El piloto automático no puede ser quien conduzca nuestras vidas, tomemos las riendas cada día, cada momento, vivamos el presente.