APRENDIZAJE

Domingo  /  05 de Enero, 2025

Aprender es una necesidad fundamental, al igual que alimentarnos, hidratarnos, descansar o relacionarnos. Independientemente de si lo que aprendemos es básico, complejo o incluso asimilado de manera inconsciente, resulta imprescindible para adaptarnos al entorno y sobrevivir.

Cuando nuestras acciones son gratificantes, tendemos a repetirlas. Sin embargo, si no lo son porque no logramos nuestros objetivos, probaremos algo diferente, impulsados por nuestra innata curiosidad.

El aprendizaje implica, esencialmente, adquirir nueva información o modificar la ya existente en nuestro cerebro, lo que genera nuevos pensamientos y comportamientos.

El modelo más simple de aprendizaje es el condicionamiento clásico, un tipo de aprendizaje asociativo basado en respuestas instintivas, con poca o ninguna elección consciente sobre la respuesta. Un ejemplo emblemático es el experimento del fisiólogo Iván Pávlov. Al hacer sonar una campana al mismo tiempo que alimentaba a los perros, estos aprendieron a asociar el sonido con la comida, llegando a salivar incluso cuando no se les ofrecía alimento. En este caso, la comida actúa como estímulo incondicionado, mientras que el sonido de la campana, tras repetidas asociaciones, se convierte en un estímulo condicionado.

El segundo tipo de aprendizaje es el condicionamiento operante, basado en el principio de recompensa y castigo. Si una acción produce una consecuencia positiva, es probable que la conducta se repita. Por el contrario, si la acción genera una consecuencia negativa, tenderemos a evitarla.

Por último, está el aprendizaje implícito, conocido coloquialmente como el "aprendizaje de la vida". Se adquiere de manera natural y, a menudo, sin ser conscientes de ello. Aprendemos a través de experiencias complejas, y este proceso se facilita cuando disfrutamos de las actividades involucradas.

El cerebro, mediante la neuroplasticidad, está constantemente modificando y reforzando sus redes neuronales. Este órgano realiza predicciones basadas en experiencias previas: si la predicción es correcta, el conocimiento y la acción se refuerzan. Si no lo es, el cerebro ajusta su red neuronal con la nueva información, mejorando sus futuras predicciones.

Al nacer, la mayoría de nuestros aprendizajes son implícitos e inconscientes, predominando el condicionamiento clásico. A medida que crecemos y nuestro cerebro madura, el aprendizaje se vuelve más consciente, explícito y elaborado. Con práctica y entrenamiento, una actividad que inicialmente requiere gran concentración y esfuerzo mental puede automatizarse, reduciendo así el consumo de recursos cerebrales.

Este proceso de automatización transforma una tarea inicialmente controlada y demandante en una rutina eficiente, liberando recursos mentales para nuevas tareas.

Para que el aprendizaje ocurra, son necesarios varios factores: la percepción a través de los sentidos, la motivación que impulsa el deseo de aprender, la concentración durante el proceso y la memoria para almacenar la información adquirida. Sin estos cuatro elementos, el aprendizaje no es posible.

Finalmente, es importante señalar que no podemos estar aprendiendo constantemente. Para que el proceso sea efectivo, el cerebro necesita periodos de descanso que le permitan consolidar la información adquirida y prepararse para nuevos aprendizajes.